Y no puedo más que pensar en el aroma
que siento, mientras intento concentrarme en la sensación de mi mejilla sobre
tu vello. Pero la llama viene desde otro lugar. Un fuego se agiganta, mientras
las palabras intentan desarrollar alguna jugada, digna de ser leída, y a la vez
programada. Buscando recetas y recuerdos para describir lo que contemplo,
viajando a antiguos tiempos y antiguos espacios, a palabras ajenas, ajenas a mí
y a vos, y a este momento. Se me revuelve el corazón, mientras intento ser lo
más precisa que puedo, y mientras sigo buscando, aún a sabiendas de que nada
encontraré en esos recuerdos, nada que sea como el instante en el que te
contemplo, libre de pasados y de esperanzas. Tus rodillas no pueden mentir, así
como tampoco miente tu mirada, que me dice lo mismo que estoy viendo, lo mismo
con lo que siempre me encuentro: el anhelo por existir en un silencio que se me
escapa, y el intento por ser feliz más allá de las circunstancias.
Una realidad respecto de cómo me sentía
Me sentía culpable por quedarme en la cama y no hacer nada, por no tener
ganas de salir, ni de moverme. Me sentía culpable por permitirme el descanso, y
la pereza. Me sentía culpable por no estar haciendo todas las cosas que se me
venían a la mente, y que me hubiera gustado concretar. Me sentía culpable por
no salir del letargo. Me sentía culpable por no poder responder a la pregunta
de ¿qué estás haciendo?
Me sentía culpable por no poder definirme, por no poder etiquetarme, por
no poder encarar mi vida de la manera más “eficiente”.
Me sentía culpable por no estar avanzando hacia el logro de mis metas,
hacia el trabajo por cumplir mis sueños.
Me sentía culpable por creer que no me merecía nada de todo lo que
tengo, por pensar que no le estaba dando nada al mundo. Me sentía culpable.
Me sentía culpable por no tener más ganas de escribir, y por querer huir
de la verdad que tengo adentro, por el miedo infinito de encontrarme, por el
miedo a renunciar a todo lo que alguna vez creí que fui. Me sentía culpable por
no querer hacerlo, y por querer aferrarme a una imagen creada de mí misma. Me
sentía culpable por no querer abandonar mi ego, y por no enfocar mi energía en
hacerlo. Me sentía culpable por tantas cosas que ya ni recuerdo.
Me sentía culpable por no ser la hija perfecta, por no poder decirle a
mi padre lo que pienso.
Me sentía culpable por no poder compartir lo que escribo, y por no tener
ganas de hacer las cosas para las que me comprometí, y por no tener dinero, y
por no tener anhelos de evolucionar, por querer quedarme en el mismo lugar.
Me sentía culpable por no utilizar todas las herramientas de crecimiento,
y por ver que todo parece una mierda, y sentirlo. Me sentía culpable por estar
sintiendo que mi vida era una cagada y no mejorarla.
¿Quién maneja los vagones del tren? La locomotora siempre va para
adelante.
Y me sentía culpable por sentirme incapaz de ser yo misma, y me sentía
culpable por no serlo, y por pensar que yo misma soy distinta. Querer ser yo
parece uno de los dilemas mas grandes que siento, querer ser quien soy, aun sin
saberlo, y aun sin quererlo, y aun pensando miles de teorías y tratando de
racionalizar el entendimiento. Intentando ser quien soy. Desesperación
infinita. Y tomarme las cosas con calma no me interesa por momentos. Y quiero
gritar, y salir corriendo sin mover ni un pelo, y saber que siempre está todo
adentro, y que no la estoy pasando mal por designio ajeno, y que mi bienestar
tampoco depende de lo externo. Y que no tener casa no me hace mejor ni peor
persona, y que no tener rumbo definido no es malo ni bueno.
Crónica de un enojo
Me duele la panza, y el corazón. Me
duele el corazón que tengo en la panza. Me duele por no saber como remediarlo,
y porque no puedo ponerlo en acción.
Ayer me detuve a leer por un instante
algunos párrafos de “Libro del desasosiego”, de Fernando Pessoa, unos
párrafos nada más, porque no quería contagiarme de su estilo para mi escritura.
Me da miedo entrar en una forma o estética que no sean mías, quiero ser
original, y por eso tiendo a alejarme de la lectura. Me parece que cuando leo a
otros autores pierdo la fidelidad hacia mi misma. Cosa que ningún sentido
tiene, pero que aún así llega y se siente como algo que podría llegar a pasar.
Entonces me privo de muchas lecturas, por eso y porque me da miedo disfrutar de
lo que los otros hacen, y porque si es bueno me siento pequeña y carente de
valor. ¿Cómo compararme con Fernando Pessoa? Eso es subirme a unos zapatos con
los que seguramente nunca podré caminar, y no sólo por ser Fernando Pessoa, mas
también porque ninguno de los escritores o escritoras que pueda llegar a leer
son yo. Igual suelo compadecerme de mi misma, pendular entre la total
desvalorización y el anhelo proyectado en grandes figuras como la de él, a
quien profundamente admiro a pesar de no haber profundizado en su obra, y a
pesar de nunca haber leído un libro suyo entero. Quizás sea por el nombre,
quizás por el apellido, quizás sea por su imagen, o quizás por lo poco que he
leído. Con todo, ir a una librería me anima a escribir, pero también me
desanima. Las estanterías llenas de libros quietos que nadie compra. Años de
libros quietos y hasta polvorientos. Manos que agarran y ojos que leen cada
tanto, y vuelta a la estantería. Me gustaría poder entender lo que siento,
además del pavor de seguir infinitamente escribiendo y que mis obras no sean
leídas más que por dos o tres hermanos. La expectativa sobre lo que sucederá es
lo que me limita. Aunque haya decidido publicar de maneras alternas, siempre
subyace alguna clase de miedo o de resistencia, la posibilidad de que a nadie
le conmueva lo que expreso. Entonces, la vuelta a la cordura con la pregunta
¿para quién estoy escribiendo? Aparentemente para los demás. Quisiera escribir
sin que nada de todo esto me importara.
Ph Fernando Pessoa. Libro del desasosiego
Nimmia
Veo.
Un
recuerdo habitado por dos seres que se abrazan en la distancia, reconociéndose
infinitos y prometiéndose la vida eterna. Dos manos que se unen y se
entrelazan, abriéndose a un nuevo destino, mas sabiéndose portadores de la
semilla de su reencuentro. Somos dos en este camino, y nos estamos
reencontrando.
Anoche
me salté un pedazo de cielo, era como la capa caída de un barco que navega sin
puerto. Intentando dormir me reflejé en el espejo de tus aguas, y naufragué,
porque eras el mar más profundo que nunca había reconocido. Intento soslayar
los intentos por tocarte, mas mis manos se alejan por el temor a convencerte.
Queríamos encontrarnos más allá del tiempo, y lo hicimos, como ya estaba
predestinado. Nuestras almas se conformaron con conocerse, infinitas, se
saboreaban en destellos. Hubo una luz que nos seguía, y la muerte nos anunciaba
el próximo paso. Cuando quisimos vernos ya no pudimos, porque nos habíamos
olvidado.
Siglos de desencuentros para finalizar en un instante. La disolución hecha palabra, porque la voz no se había olvidado, estaba allí presente, susurrando en el espacio infinito que nos habitaba. Traíamos todos nuestros recuerdos juntos, y una esperanza verdadera en la humanidad y en todos sus frutos. Queríamos saber de qué se trataba la nueva verdad, y nos encontramos para revivirlo. Ya sabíamos todo lo que teníamos que saber. Los trajes ya estaban diluidos. Nudos cortos se desataron, mientras mirábamos las estrellas que nos habían convocado. Estabas tan vibrante, como siempre.
Hubo una vez un delirio que me llevó a creer que ya más nunca te encontraría, pero los destellos me mantenían con fe, porque las manos ya se habían unido, porque los cuerpos ya se conocían, porque los otros ya no tenían sentido. Había nuevos ojos que nos iluminaban, más allá de toda tormenta, más allá de toda sinrazón, más allá de todo lo que vivimos, más allá. Trajimos todo lo que necesitábamos, y mucho más también, porque no podíamos pasar el invierno sin abrigos, no podíamos. El frío era intenso, y las memorias se confundían con los recuerdos, no había más que hacer, ya todo estaba reconocido. Hijos, y madres, y abuelos, y padres, y un sínfin de re-encuentros, ya no había más que hacer, porque ya todo estaba resuelto. Recordamos sinsabores, y lujurias, y recesos, y tristezas, recordamos. ¿A quién le hace falta recordar más que a las almas que lo necesitan? Traíamos infinitas soledades, infinitas, las traíamos, porque no las podíamos dejar ir. Marcábamos un paso firme, un paso desentonado, un paso rebelde, un paso tardío, un paso, o dos, o tres. Marcábamos los pasos, los marcábamos.
Siglos de desencuentros para finalizar en un instante. La disolución hecha palabra, porque la voz no se había olvidado, estaba allí presente, susurrando en el espacio infinito que nos habitaba. Traíamos todos nuestros recuerdos juntos, y una esperanza verdadera en la humanidad y en todos sus frutos. Queríamos saber de qué se trataba la nueva verdad, y nos encontramos para revivirlo. Ya sabíamos todo lo que teníamos que saber. Los trajes ya estaban diluidos. Nudos cortos se desataron, mientras mirábamos las estrellas que nos habían convocado. Estabas tan vibrante, como siempre.
Hubo una vez un delirio que me llevó a creer que ya más nunca te encontraría, pero los destellos me mantenían con fe, porque las manos ya se habían unido, porque los cuerpos ya se conocían, porque los otros ya no tenían sentido. Había nuevos ojos que nos iluminaban, más allá de toda tormenta, más allá de toda sinrazón, más allá de todo lo que vivimos, más allá. Trajimos todo lo que necesitábamos, y mucho más también, porque no podíamos pasar el invierno sin abrigos, no podíamos. El frío era intenso, y las memorias se confundían con los recuerdos, no había más que hacer, ya todo estaba reconocido. Hijos, y madres, y abuelos, y padres, y un sínfin de re-encuentros, ya no había más que hacer, porque ya todo estaba resuelto. Recordamos sinsabores, y lujurias, y recesos, y tristezas, recordamos. ¿A quién le hace falta recordar más que a las almas que lo necesitan? Traíamos infinitas soledades, infinitas, las traíamos, porque no las podíamos dejar ir. Marcábamos un paso firme, un paso desentonado, un paso rebelde, un paso tardío, un paso, o dos, o tres. Marcábamos los pasos, los marcábamos.
Hermana
del amor, y del reencuentro de las almas afines. Hablan como poesía, el arte
que expresa verdades del corazón, un sentir profundo, una mirada hecha brisa,
un instante convertido en canción. Instantes de creación, infinita gratitud.
Todos
somos lo que siempre fuimos, y estamos aquí haciendo lo que siempre hicimos,
nunca cambiamos y más nunca cambiaremos, no importa quiénes seamos ni donde
estemos, siempre seremos los mismos, siempre seremos los mismos. Y está bien
que así sea. Ya no sé lo que escribo, el corazón dicta y las manos mueven los
dedos, mas es que la visión es tan interna que la reproducción se vuelve
sorpresiva. Las cadenas de la mente se rompieron, un triángulo me reconectó con
el poder eterno de la visión, un simple triángulo me dijo que lo único que
debíamos hacer era ser el infinito en un momento, todos somos hermanos, y en
cada uno de nosotros nos reconocemos, todos somos hermanos, todos somos, todos
somos.
Mirando
a tus ojos puedo ver como se revelan las iniciales del cielo, y me dicen que te
veré volver con las manos abiertas y el corazón predispuesto, porque sabías que
llegaría, porque sabías que llegarías. Trato de hacerme presente para no perder
el silencio que me inspira, más una voz me tranquiliza: "no te dejes vencer por
la tristeza o el dolor, el mundo desaparecerá como lo conoces, y vivirán en paz
y en riqueza todos los seres que lo habitan, como ya fue en un momento, como ya
fue en la Lemuria, en las danzas, en los cantos, en los juegos, como ya fue
todo en un comienzo, cuando las trinidades eran únicas, los mantos eran
envolventes y las noches nunca eran largas, y los días se llenaban de flores y
cantores, manifestando la gracia pura de todo lo existente". Estaban en paz,
estaban contentos, miraban con ojos sinceros, miraban. Ya no hay nada que
temer, todos los siglos y los milenios se resumen en un suspiro, en uno solo y
simple suspiro.
Historias
de amor inspiradas por la Lemuria, preciosas hermanas, diosas de todos los
mundos. El agua danzaba mientras ustedes reían, un viaje al encuentro de las
primeras lemurianas, las primeras que se enardecían, y calentaban el alma de
los que no tenían consuelo. Eran treinta y cinco, treinta y cinco almas
dispuestas a reconocerse más allá de todo lo conocido, treinta y cinco que
sonrientes caminaban por los ríos, como agua, como fuente, como oro, treinta y
cinco.
Rayo cósmico de la conciencia
Con el corazón abierto me siento
ya no tengo nada más que ocultar
viajera incansable de los momentos
muestro siempre mi infinita verdad.
¿Qué son las hojas en los inviernos?
¿y los mosquitos en navidad?
¿por qué me pican las axilas,
si ya siento el aire de la libertad?
Me imagino en los encuentros,
despeinándome bajo el sol.
Insegura identificación
ya no intentas deslumbrarme.
Los momentos de la pausa
y la voz del corazón
nada dicen de la mente.
Y me abro en los recuerdos
del siempre eterno devenir,
una luz hecha momento.
Quién no se reconoce no vive
y quien no vive nunca muere.
Bendita agua de vitalidad
traemos todo lo que necesitamos
¿qué es lo que tanto nos preocupa?
Queríamos ser únicos y ya lo somos
ya nos podemos divertir.
Somos los que siempre fuimos
los que siempre estamos
los que siempre seremos.
Flores en la raíz
Ser un paisaje de flores agonizantes
latiendo en un suspiro
conteniendo las risas y los llantos.
Liberarnos de las molestias
y mirar hacia el pasado con ojos divagantes
esperando recordar nuestros tallos
nuestros interminables tallos
mientras amanecemos.
Cómo saber hacia dónde va el destino
si la vida se crea en cada respiro
si los cuentos nos amigan en las noches solitarias.
Imagino nuestra vida
y me río de pensar
porque la dicha de saberte me ilumina.
Nunca fui más feliz
y nunca fui más humana.
Agradezco las poesías
y los bosques
y los lamentos sin estrellas
todas las oscuridades,
y también tus ojos
que señalan el infinito
y me enseñan a vivir
en un mundo hecho canción.
¿Quién se ha llevado mi fe?
¿Quién se ha llevado mi fe?
La dejaste atrapada en el ropero,
por no querer cantar en las madrugadas,
y te arrepentiste,
pero ya no la encontrabas,
porque las corbatas estaban enredadas,
y no te dejaban ver.
Jugando a ser el rey
de un cuento de mágicas hadas,
corregiste los lamentos,
en las noches
muchas.
Hoy me inclino
sin arrepentimientos
y con fe.
Salgamos a jugar al recreo.
Palabras que no pretenden explicar
Sino que brotan
Como agua
De manantial
O de cascada
Agua
nada menos
y nada mas
Imagen: Green Tara
Rosas
Rosas
de carne
en la materia
y filamentos
de luz
infinita
conmovedora
humedad
impensada
impensable
juicios
libertades
lamentos
de la pureza
hoy.
Manejo el mundo a mi antojo
con el rugido de las mariposas
cantando con infinita paciencia
y locura
implorando por revelarme
y volar
No hay que perderse en los misterios
Mejor seguir alumbrando los laberintos
Y girar hacia el centro
Universo de carne
y de colores
¿Quién habita la piel rosada de una sirena
desordenada?
Un pasaje hacia el infinito
De ida…
Y de vuelta
Tocar el mundo
Tocarte, tocar tu mano
tocar tus manos
y crearte mientras te toco
mientras te siento puro
y vital.
La belleza de un suspiro
el aliento en una mirada, compasiva
implorante y divagante.
Certidumbres sobre el destino
que disipan sombras
abriéndonos a un nuevo andar.
Las mañanas oscurecidas dejaron paso a los pajarillos
porque los cantos iluminan más que los recuerdos.
Amanece en tu presencia
y me animo a contemplarte una vez más
como siempre
mientras espero que los nidos se agiganten.
Ayer fuimos uno
y hoy somos dos
así como somos.
En un arrullo infinito te acompaño
y me entrego a la certeza de un mañana prodigioso
y de tu compañía.
Imagen: Manuel F. Seminario
http://manuelfseminario.blogspot.com.ar/
Danzantes
Cuando te miro me aparto del mundo
es como si una bandada de golondrinas despegara hacia el horizonte
y no tuviera fecha de vuelta.
Me gusta caminar mientras te reconozco
y sentir el aroma que dejan tus pasos
y tus abrazos danzantes.
Llovía cuando te vi
y me moría un poquito
porque el agua siempre me hizo llorar
y aún me costaba ponerme feliz
aunque me cosquillearan las manos de risa.
Hoy ya me puedo entregar
cuando con ganas me aquieto la calma
y me sugieres desvelos programados.
Me muero cuando te veo
y te veo cuando renazco.
Tus ojos cargan valijas de flores
y de esperanzas
y mi nariz huele a susurros
y planetas en la distancia
que pretenden conocer lo nuevo
y que se afirman en pasos fuertes cuando quieren embellecer el mundo que
habitamos.
Hoy es un nuevo día
y todo lo que existe reverdece
porque el agua llegó hasta nosotros
y nos llenó de vida,
porque nos vimos entre unas nueces
sabias y maduras
y doradas
como el sol.
Asi me dibujo.
Imagen: Manuel F. Seminario
http://manuelfseminario.blogspot.com.ar/
Abrazo
Un cuello vacío
como un papel
que espera decir letras
o palabras
que espera decir algo
que nos pueda alumbrar la mirada.
- ¿A dónde estará mi fe?
- Se fue con el resto de las palomas
¿Cómo saber cuál es la verdad?
A veces me despierto solitaria
y pienso en el canto de los pájaros
y me muevo saboreando las paredes de la
almohada
como sabiendo de qué se trata el
existir.
Me contarás acerca de la luna y las
estrellas
y acerca del sol también
y caminaremos juntos en la madrugada
y sobreviviremos a todas las injurias
porque el invierno nunca es largo cuando
se conocen las esperanzas
y cuando los rayos del día se ríen a
carcajadas
como nosotros
que no sabemos esperar la noche para
mirar el cielo.
Cuánta magia la que se habita en los
caminos
y cuánta riqueza la de la verdad
Aquellos fueron días de soñar
aquellos fueron días de recorridos.
Muestras de amor en el misterio de las estrellas
y miles de lucecitas queriéndose replicar
porque había un sueño que caminaba
y un abrazo que detenía el tiempo
allí
donde no había nada
que esperar.Hoy tengo fe
Imagen: Manuel F. Seminario
http://manuelfseminario.blogspot.com.ar/
Suscribirse a:
Entradas (Atom)